LYON.- Después de la Revolución, Laurent Mourguet consiguió un trabajo raro: quitar muelas en la calle. No usaba anestesia, así que para distraer a los pacientes inventó a Guignol, un pequeño títere que movía con una mano mientras hacía fuerza con la otra. Una gran habilidad, cuenta la leyenda, sobre todo como titiritero (no tanto como dentista). Guignol es aquí tan famoso como El Principito, otro de los orgullos locales. Antoine de Saint-Exupéry se crió en estas calles años antes de levantar vuelo. No fueron casos aislados. Los hermanos Lumière inventaron aquí el cinematógrafo, nada menos. Y la lista sigue.
Tierra de ensueño e inventores, Lyon cuenta con quinientas hectáreas declaradas por la Unesco patrimonio del mundo, deslumbra por su belleza, y ofrece un nivel de gastronomía que incita a darle un abrazo al chef de cada restaurante, para felicitarlo.
Es, para muchos, una pequeña París, con su propia Torre Eiffel en escala y construcciones de diferentes siglos. No cuenta con el Sena, pero el Ródano y el Saona dejan perplejo al visitante y dividen la ciudad en tres: de un lado, la colina Fourvière, con el casco viejo, y la imponente basílica Notre Dame de Fourvière; del otro, los barrios textiles, muy habitados desde que Lyon es la capital de la seda. Y entre los ríos vive la gran ciudad modernizada, tercera en importancia en el país.
Los colectivos, tranvías y subterráneos parecen recién salidos de fábrica. Para recorrer la ciudad hay también bicitaxis, que cobran un euro por kilómetro y permiten conocer el lugar sin esfuerzo (propio, porque el bicitaxista pedalea) ni ventanas intermedias, y ayudan a solucionar los problemas de tránsito.
Con este fin también se implementó, en 2006, un sistema de bicicletas compartidas que sorprende por el resultado. Dos mil de estos vehículos esperan, en doscientas estaciones de autobús y metro, que los habitantes los retiren, usen y devuelvan en alguna otra parada de la ciudad. Se necesita una tarjeta ( www.velov.grandlyon. com ), cuesta 50 centavos de euro cada vez que se utiliza, y se está evaluando su implementación para turistas (se necesita un seguro).
El problema de tránsito llevó al municipio a construir playas de estacionamiento de hasta cinco pisos subterráneos. Tan importantes son estos parkings que incluso forman parte de una obra de arte: en la plaza de Célestins, frente al hermoso teatro del mismo nombre, hay una escultura metálica que permite ver, a través de una ranura, la curiosa arquitectura de las rampas del estacionamiento, que forman bajo tierra una estructura similar a las clásicas torres del barrio más antiguo.
Las torres verdaderas, por su parte, se ven mejor desde el interior de los edificios. Con espirales formadas por sus escaleras, se accede a ellas a través de los traboules , pasillos típicos -algunos ocultos, otros sin puertas- que unen las calles al pie de la colina, establecidas en paralelo.
Los traboules fueron vitales en la Segunda Guerra Mundial. Conocida como la Capital de la Resistencia, Lyon pudo ser doblegada por el ejército alemán tras dos años de lucha. Parte de la estrategia local se basó en el uso de estos pasadizos, que funcionaban como vías de escape.
A ellos se accede durante el día; no son espacios públicos, pero está permitido el paso. Cuestión de preguntar cuáles son los accesos ocultos, que hoy todos conocen, mientras se camina por la hermosa calle principal del barrio: Rue Saint-Jean.
Si de creativos se trata, Paul Bocuse es, desde la cocina, un gran exponente local. "Es el chef que mejor representa el gusto y la forma de vida de los franceses", dicen en el mercado Croix Rousse, donde casi todas las mañanas va personalmente de compras. El hombre tiene unos 80 años y cuatro restaurantes en los puntos cardinales de la ciudad. No son sitios lujosos: cuenta con manteles de papel y vino de la casa -excelente beaujolais, el tinto local- en botellas sin etiquetas.
Sabores que emocionan
El servicio es más familiar en los bouchones , tabernas donde se disfruta del ambiente local y los platos más típicos: el andouillette, tripas de cabra con salsa de mostaza; la quenelle, una pasta de pescado con salsa de langostinos, y el poulet de bresse, pollo producido de manera muy cuidada, servido en general con champiñones. Lo más común es a base de carne, especialmente de cerdo.
Se almuerza entre las 12 y la 13.30. Si uno llega más tarde a un restaurante puede encontrar la cocina cerrada o al mozo de mal humor. Si no, la gente es increíblemente amable.
Como las tapas en España, la jornada laboral culmina con las grattons , o chicharrones, que acompañan el vino. Es cuero de cerdo; "muy bueno para no emborracharse", aseguran.
En Francia se come en cantidad. Las versiones porteñas del minimalismo francés son sólo una ventajosa imitación, ya que las porciones aquí son pequeñas, pero pasan una tras otra. Hay menús de varios pasos, o al menos entrada, plato fuerte, postre y la mesa de quesos, infaltable gracias a Dios (imposible ser ateo frente a un camembert de Normandía o un beaufort de esta región).
Los detalles en la ciudad alcanzan niveles extremos. En cuanto a los bouchones, por ejemplo, no hay uno igual a otro. Si uno (Chambert & Fils) tiene títeres colgados en el techo, otro muestra cientos de relojes en las paredes (Le Canuts et les Gones), o un tren de juguete que, en las alturas, da vueltas alrededor de los comensales (L´Est). La variedad es asombrosa.
En cuanto a los bares, en el centro histórico hay desde Irish pubs como el Smoking Dog (con carteles de bienvenida a los fumadores y los perros) hasta decenas de opciones más intimistas. En todos se puede fumar, pero sólo hasta fines de este año, cuando comience a regir la prohibición en lugares públicos cerrados. Y en la mayoría aceptan perros, que también viajan con sus dueños en transporte público y van al mercado. Es que si de buenos modales se trata, hasta los perros son tan educados que ni siquiera ladran en público.
Cultura en las calles
Hay librerías por todas partes, desde locales con copias antiquísimas hasta las dedicadas exclusivamente al comic, de moda en la ciudad. El teatro Opera, modernizado por Jean Nouvel, es impactante. También hay pequeñas salas de cine para todos (6 euros la entrada), con películas raras e independientes.
Los comienzos del cine están en la antigua casa de Antoine Lumière, padre de Louis y Auguste. La visita al museo es imperdible, no sólo para conocer el primer cinematógrafo, aquella máquina que podía filmar y proyectar (fue la pieza fundamental de la primera exhibición paga de la historia, en París en 1895), sino para ver todos los inventos de una familia de fábula.
No importaban tanto las películas, sino las proyecciones en sí; sólo eso se anunciaba en los afiches de la época, también exhibidos. Pero los films eran geniales. En la sala del subsuelo se exhibe, además de Salida de la fábrica Lumière y Llegada de un tren a la estación de la Ciotat , material casi desconocido, de gran valor documental y que muestra, por ejemplo, los inicios de la comedia en la pantalla grande.
El Museo de la Resistencia se ubica en el mismo edificio que fue base de la Gestapo. Con espacio para héroes como Jean Moulin, líder de la lucha, y Lucie Aubrac, que rescató a su marido de un campo nazi, el lugar mantiene sectores casi intactos, como escaleras de aquellos años, que dan escalofrío.
Hay dos momentos del año en los que la cultura invade las calles de manera activa. En la primera semana de diciembre se realiza el Festival de la Luz: sobre edificios y monumentos se proyectan imágenes tan atractivas que la ciudad recibe tres millones de visitantes. Y en septiembre se realiza un megaencuentro cultural cuyo escenario es uno de los dos coliseos romanos que se ubican cerca de la gran basílica, y son una muestra más de un lugar maravilloso, con dos mil años de historia.
Por Martín Wain
Enviado especial
Fotos: Felix Busso / Revista Lugares y Marie Perrin / OF. Turismo de Lyon
En el Mundial será la base de los Pumas
A los abrazos aparecen en los afiches integrantes de un mismo equipo, jugadores rivales, hinchas con camisetas diferentes. Porque el rugby es, mucho más allá de moretones, un deporte que hace gala de la fraternidad. El compañerismo es la esencia del juego, y los organizadores del próximo Mundial, que se realizará en septiembre en tierra francesa, hacen hincapié en su condición amistosa para dar la bienvenida.
Viajar a Francia para acompañar a los Pumas puede ser una gran excusa para conocer Lyon, que será la ciudad base del equipo argentino... mal que le pese. Es que desde la Unión Argentina de Rugby se elevó un pedido para cambiar de ciudad, no porque no les guste (imposible), sino para estar más cerca de París, donde jugará dos partidos de los cuatro primeros.
Lo concreto es que aquí, en el estadio del actual pentacampeón del torneo de fútbol francés, se jugará el segundo partido de los Pumas, contra Georgia, el 11 de septiembre. Hay agencias de turismo como Rotamund, Caminos Turismo y Viajes y Moontravel que ya venden paquetes, incluyendo las entradas, para seguir al equipo. De las doce sedes del Mundial, diez serán francesas. Pero habrá otras dos en tierras británicas: Edimburgo y Cardiff. En cada sede se jugarán al menos tres partidos.
En Lyon ya están confirmados Australia vs. Japón (8/9) y Nueva Zelanda vs. Portugal (15/9). El torneo tendrá una duración de 44 días, y ninguno de los 48 encuentros se disputará en el mismo horario. La apertura será entre los Pumas y Francia, en el estadio St. Denis, de París, el 7 de septiembre.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde Buenos Aires hay vuelos a Lyon, por Air France, desde 945 dólares (más impuestos), ida y vuelta. A París el pasaje cuesta lo mismo (aunque los impuestos son más bajos). Si uno vuela a la capital, después se puede ir en tren: son 430 kilómetros. En el aeropuerto De Gaulle o en la estación Gare de Lyon, de París, se puede tomar el rápido TGV, que tarda dos horas y cuesta entre 60 y 110 dólares.
Dónde parar
Villa Florentine: 4 estrellas lujo, máxima categoría en Francia. Es un hotel-spa que ofrece una vista panorámica de toda la ciudad. Cuenta con 28 habitaciones y cuesta de 180 a 800 euros por noche. Dirección: 25, montée Saint Barthélemy; 0033 (0) 472565656.
Cour des Loges : es el segundo hotel en importancia, con habitaciones desde 170 euros, en un típico edificio renacentista: 2, rue Boeuf 33 (0) 472774444.
Grand Hotel des Terreaux: 3 estrellas, a doscientos metros del casco antiguo. Desde 85 euros la habitación. En 16, rue Lanterne (¡calle de disquerías!); 0033 (0) 78270410.
Dónde comer
La ciudad está repleta de restaurantes y bouchones imperdibles. Algunos de ellos,
L´Ouest y L´Est: son dos de las brasseries del famoso chef Paul Bocuse y están ubicados en 1, Quai du Comerce y Gare de Brotteaux, respectivamente.
Chambert & Fils : 11, rue des Marronniers.
Le-Mercière : 56 Rue Mercière. En el centro, la calle que reúne la mayor cantidad de bouchones es Rue Mercière. En general, hay menús entre 15 y 35 euros, y platos del día por 8.
Más información
Una buena opción para recorrer la ciudad es la Lyon City Card, con acceso a transportes y museos durante todo el día. Cuesta 18 euros y se compra en puestos de Turismo. La oficina central está en la plaza Bellecour.
Para conectarse a Internet, muchos hoteles ofrecen tarjeta prepaga, pero es cara: casi 10 euros por hora. Los locutorios más baratos están detrás de Place des Terreaux (1,5 euros por hora).
En Internet
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