En los últimos días hemos leído en otros medios, propuestas de distinguidos ciudadanos relacionados con la actividad; con algunas coincidimos en un todo y con otras, discrepamos, también en un todo. Pero lo importante es que surjan, que todos nos manifestemos y hagamos nuestro aporte, ya va a llegar el momento de tamizar y decidir.
Y es de eso que queremos hablarles también. Los uruguayos somos muy afectos a discrepar y muy poco a involucrarnos. A lo largo de estos meses, hemos sido más que claros en nuestra opinión en relación a la actual administración del turismo; por ello, no vamos a ser reiterativos.
Ayer leíamos en Enfoques una interesante nota firmada con seudónimo en la que se planteaba directamente, la supresión del Ministerio de Turismo y Deporte del Poder Ejecutivo; en su parte medular decía: "El Estado con su aparato burocrático no puede ni debe estar al frente de una actividad netamente privada. El Estado, más bien en países pequeños como el nuestro, donde su presencia se nota a cada paso, no puede ni debe ser protagonista; debe ser un agente que coadyuve la actividad empresarial privada orgánicamente organizada. El Estado debiera actuar junto con los privados para trazar las grandes líneas de una política perdurable y duradera tan flexible como innovadora para poder colmar las expectativas de los futuros visitantes."
No estamos de acuerdo en absoluto; que tradicionalmente se haya administrado mal; que no tenga la estructura adecuada; que no cuente con el número y el nivel de técnicos requeridos; que jamás se le haya asignado el presupuesto necesario; que los presupuestos asignados hayan sido mal manejados y muchas otras carencias, no quiere decir que no sea imprescindible contar con esta cartera. Lo hemos escrito y publicado, hay que cambiarlo radicalmente, se tiene que parecer más a una empresa que a un órgano estatal, pero, eliminar el Ministerio de Turismo ( el Deporte es otro cantar y no nos compete), sería retroceder tremendamente y borrar de un plumazo la posición ascendente que, a pesar de todo y de todos, el turismo hoy goza.
Mientras tanto, hagamos soplar fuerte el viento de la renovación, dejemos que el sol, tan erróneamente utilizado en campañas idem, nos ilumine y comencemos por fijar una eventual fecha de gran encuentro entre todos, sin exclusiones, pero, propiciada, diseñada y ejecutada por los privados; que sea el Estado el invitado especial, con voz y voto obviamente. Hagamos el turismo que necesitamos y que sabemos como hacer. Dejemos de quejarnos solamente e involucrémonos. Una vez estructurada la base ( proyecto de ley) de una imprescindible e impostergable política de Estado, estaremos aptos para decidir y diseñar, el organismo rector que deseamos y necesitamos. En la actividad privada existe un total convencimiento que no se están haciendo bien las cosas y los principales perjudicados, son, precisamente, los actores privados. No solamente están en su derecho de tomar la iniciativa para revertir el rumbo, a nuestro entender, tienen la obligación de involucrarse. Será cuestión de hacer lo mismo que en el famoso cuento: "hay que organizarse" Nos vemos.