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Domingo, 24 Junio 2007 17:02

España: un nuevo y polémico convenio para los controladores aéreos. ¿La avaricia rompe el saco?

25 JUN 07 PDU
Tras las sucesivas prórrogas y los numerosos malentendidos, parece que las negociaciones entre AENA y la Unión Sindical de Controladotes Aéreos (USCA) para renovar el convenio colectivo de los controladores aéreos van a terminar en un acuerdo.

Sin embargo, no está claro hasta qué punto dicho acuerdo cuenta con el visto bueno de una plantilla reacia a los cambios y que ve cada vez más distante a sus representantes encabezados por Juan María Gil, uno de los responsables de las actuales condiciones laborales.

Los controladores aéreos saben que con un nuevo convenio tienen mucho que perder y poco que ganar. Es difícil encontrar una profesión en España donde tan poco se pague tan caro y donde tan pocos tengan tanto poder. Son, en efecto, unos privilegiados que, gracias a un poder de coacción y de chantaje permanente a la sociedad junto a una unidad total de sus miembros y a una gran habilidad negociadora se han sabido aprovechar de la debilidad de los diferentes gobiernos y han conseguido una situación profesional sin parangón.

Pero hay numerosos asuntos que deben ser resueltos antes de la firma del nuevo convenio. El más espinoso de todos afecta al propio sindicato y a su unidad como tal. La razón es la llamada "deuda histórica" con los controladores de mayor antigüedad, un eufemismo para justificar que el nuevo convenio no sólo mantenga, sino que extienda los privilegios a los controladores no activos y a punto de su jubilación y, en contraprestación, se perjudique a las nuevas incorporaciones al cuerpo.

La explicación que se da es clara: "la situación actual no existía hace unos años y es justo que aquellos que consiguieron unas mejores condiciones laborales se vean recompensados". Concretamente el sindicato USCA pretende hacer permanente la Licencia Especial Retribuida (LER), una licencia que actualmente dura hasta la jubilación de un profesional y por la que un controlador aéreo de 57 años puede estar percibiendo más 100.000 euros sin desarrollar actividad profesional alguna. Esta carga económica para AENA es cada vez mayor a medida que más controladores acceden a esta situación y la situación es insostenible.

Por parte del Estado, la disposición a negociar un nuevo acuerdo es total. AENA considera que se ha llegado demasiado lejos con esta situación y que es imprescindible alcanzar un acuerdo estable y de larga duración.

Sería paradójico que AENA accediera a la petición de USCA e incrementara los privilegios a los controladores no operativos y de edad avanzada, justo los que, no es casualidad, ocupan cargos en la comisión negociadora como representantes sindicales y que perjudicara a los nuevos controladores cambiando su situación laboral con respecto a los anteriores.

El malestar en la plantilla es evidente y con un continuo goteo de rumores. Tanto es así que el presidente del sindicato urgió discreción y silencio a todos los miembros de la comisión negociadora tras publicar una nota a todos los afiliados en los que ridiculizaba a aquellos que veían con recelo estas negociaciones.

Hasta ahora la fuerza negociadora del USCA se había basado en su unidad de acción y en la igualdad de todos sus miembros. La creación de controladores de primera, de segunda categoría y las sucesivas discriminaciones profesionales por niveles están alejando a la dirección del sindicato de la plantilla pues su clase dirigente está más preocupada por su jubilación que por representarlos. Si a todo esto unimos las tensiones en la cúpula del sindicato para suceder a Juan María Gil, la falta de consenso y las rivalidades personales entre los miembros, tenemos una situación de extrema complejidad.

Mientras tanto, muchos ciudadanos se preguntan qué coste tendrá para el Estado el nuevo convenio laboral de los controladores y qué objetivos se persiguen con él. Será muy difícil explicar como un colectivo tan pequeño sigue cerrado a la competencia y ha hecho de su trabajo un instrumento de amenaza mientras los pilotos y pasajeros no pueden hacer nada excepto aceptar su condición de posibles rehenes usados como moneda de cambio en esta fase negociadora. 
 
por Benito Arce
para Aviación Digital Global