Las complicaciones pueden ser muchas, porque si hay algo que no falta en la industria de la aviación por estas tierras es la lista de problemas a los que deben enfrentarse desde hace mucho tiempo los organismos reguladores de la actividad y los operadores privados. Las diferentes crisis económicas que la región ha debido soportar en los últimos tiempos han involucrado también a la industria aeronáutica. Economías débiles, superdependientes de las decisiones tomadas en los países del norte, arrastran a la actividad aeronáutica, la que manifiesta un comportamiento correspondiente con aquéllas. En nuestros países las aerolíneas identificadas históricamente con cada una de nuestras naciones (aerolíneas de bandera) han debido ceder sus administraciones al sector privado y, estos no han hecho otra cosa que terminar de liquidarlas desde el punto de vista económico y desde aquel que imponía una marca de respeto en el circuito comercial de la región (aunque hay alguna excepción). Hoy en día las otrora fuertes compañías de nuestros países han perdido, prácticamente, hasta lo poco que les quedaba como capital: la confianza de sus públicos.
Pero los problemas de la aviación civil por estos cielos regionales no se limitan a asuntos exclusivamente económicos. Por estos días que corren, el protagonismo de la aviación ha sido tal que sus novedades diarias son portadas de todos los medios masivos de comunicación. No hay diario, informativo de radio y televisión que no incluya entre sus noticias más importantes de cada jornada las referidas a la aviación civil. Siempre es noticia en cualquier medio un accidente aéreo y, lamentablemente durante la última semana el aeropuerto de Congonhas en San Pablo, Brasil, nos proveyó de malas noticias. En cada oportunidad en la que ocurre un accidente de aviación surgen rápidamente los motivos que parecen explicar definitivamente un incidente cuya investigación demandará varios meses para la obtención de los resultados finales. En este caso concreto surgen acusaciones de los administradores del aeropuerto, de la fuerza aérea, de la aerolínea, etc. Y todo se enmarca dentro del conflicto que desde hace meses mantienen los controladores aéreos brasileños con las autoridades aeronáuticas. El accidente de Gol y el de TAM, que han sumado cerca de 360 muertes en un período de un año, han reforzado los reclamos de los controladores aéreos en Brasil que mantienen la disputa con la fuerza aérea de ese país acerca de la responsabilidad del tráfico aéreo.
Este mismo conflicto que, además de potenciales incidentes aeronáuticos, provoca diariamente, desde hace muchos meses, atrasos y cancelaciones de vuelos en buena parte de Brasil, tiene su correspondiente versión en Buenos Aires, Argentina. El accidente de LAPA y el de Austral han reforzado también en este país los reclamos de los controladores aéreos, fundamentalmente en Buenos Aires (Aeroparque y Ezeiza). En los últimos días el desorden generalizado ha sido la marca predominante en varios aeropuertos argentinos, en los cuales se veían a cientos y a miles de pasajeros disconformes por la suspensión o cancelación de sus vuelos (cabe recordar que por estos días tiene lugar en este país las vacaciones de invierno...). Acusaciones de algunas autoridades aeronáuticas atribuyen el caos a los problemas de las compañías aéreas por no tener, por ejemplo, la cantidad suficiente de aviones para cumplir con la demanda. Las acusaciones de las compañías están dirigidas a las autoridades gubernamentales por no saber definir y hacerse cargo de la situación que involucra a los controladores aéreos.
Mientras tanto, en Uruguay, que por ser un país chico tiene problemas también en este tema, pero proporcionales a su tamaño, los coletazos de la situación caótica que se vive en los aeropuertos de Brasil y de Argentina también llegan a sus dominios. Los vuelos atrasados y cancelados en Uruguay tienen muchas veces su explicación en los conflictos que afectan a los aeropuertos de sus países vecinos (como siempre se dice, estornuda Brasil o Argentina y el que se resfría es Uruguay). Ni en Brasil ni en Argentina hay indicios que nos hagan pensar que esta situación será modificada en poco tiempo, más bien, lo que hay es la casi certeza de que los conflictos con los controladores aéreos se irán profundizando cada día. Como cada vez que hay un conflicto, todas las partes pueden tener en algún aspecto algún tipo de razón que avale sus procedimientos, todos creen tener su verdad absoluta y se hace difícil la negociación que las acerque. Mientras tanto, a los ojos de los ciudadanos comunes todo aparece como que las condiciones mínimas de seguridad del transporte aéreo en nuestra región se cumplen en los límites imprescindibles, sin dejar márgenes para una mayor confianza. Al tiempo que se buscan culpables y se descartan inocentes de toda esta situación caótica que vive la región, no falta quien ya pronostique un próximo incidente aeronáutico...
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