mundo y pocas perspectivas de abandonar el subdesarrollo. Hoy, encabeza un proyecto político que tiene como prioridad alcanzar un alto nivel de crecimiento económico en el país, de la mano de políticas de Estado que lo han hecho alejarse de su propio mal recuerdo.
El mandatario peruano ha continuado con medidas que iniciaron sus antecesores, Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, tendientes a reducir la intervención estatal en la economía. García ha sabido administrar

En los años 70, la dictadura izquierdista de Juan Velasco comenzó una serie de reformas que apuntaron a la nacionalización de diversos sectores productivos. En la década de los 90, Fujimori y Toledo revirtieron ese modelo y se centraron en liberalizar la economía. Sin embargo, ambos sucumbieron ante denuncias de corrupción y revueltas sociales que terminaron por frustrar el despegue del país.
Estabilidad política, clave de la inversión. Uno de los ejes de la actual gestión de García ha sido el fomento a la entrada de capitales privados, tanto locales como extranjeros. Las cifras hablan que la inversión privada en Perú ronda el 20% y el crecimiento promedio del país en los últimos años se ha ubicado en torno al 8%, con alentadoras perspectivas futuras. La última proyección de crecimiento de la Cepal indicó que el país crecería un 7% en 2008. En tanto, la inversión extranjera directa llegó a los US$ 15.373 millones en 2007. La inflación acumulada entre enero y mayo de 2008 alcanzó un 2,72%, según informó el Instituto Nacional de Estadística e Informática, una de las más bajas del mundo.
Para lograr aquello han sido fundamentales las señales que el mandatario ha enviado al sector empresarial. La reducción de aranceles, la disminución del gasto público y la firma de Tratados de Libre Comercio, son ejemplos del norte que guía a la administración del actual gobierno. García ha puesto orden en el país y una coherencia en el marco institucional, que se manifiesta en buenas cifras de crecimiento, apuntó Vargas Llosa.
Este tipo de medidas se inscriben además en el marco del posicionamiento del país a nivel regional, que entrega mayor tranquilidad a los inversionistas: alinearse con modelos de administración como el desarrollado por Chile y tomar distancia de propuestas como las de Bolivia, Venezuela y Ecuador. En momentos en que los latinoamericanos observan una nueva ola de nacionalizaciones de empresas privadas, Perú y Chile aparecen como mercados atractivos, que ofrecen garantías para la inversión de capitales extranjeros y con el apoyo de un marco institucional acorde. La firma del TLC entre Perú y Estados Unidos es un ejemplo de esto.
El talón de Aquiles. Otro mérito que se le reconoce al mandatario es haber aglutinado a las fuerzas políticas en torno a un proyecto de desarrollo, apelando a un sentimiento nacionalista, que apunta a posicionar a Perú por sobre sus vecinos. Este es un país de cóndores, no de ratones, ha señalado García, con el objetivo de lograr apoyo político y ciudadano a su gestión. Un oficialismo disciplinado y una débil oposición han contribuido a sostener su liderazgo.
Sin embargo, el proyecto de García puede opacarse ante el descontento social. La promesa de desarrollo hasta ahora no ha sido igualitaria para toda la sociedad peruana y sólo algunos sectores ven con buenos ojos el despertar económico. Lima y las regiones aledañas tienen mejores perspectivas de inversión que la zona de la sierra en el norte y sur.
Según el último informe del Índice de Desarrollo Humano, Perú se ubica en el lugar 87 del mundo, descendiendo cinco lugares respecto del informe anterior y ubicándose en el lugar número 11 en la región, por debajo de sus vecinos, Argentina y Chile, que ocupan el primero y segundo lugar respectivamente.
Ello también se manifiesta en las encuestas de opinión: según el último sondeo de la firma Ipsos, el mandatario tiene una aprobación de 42% en Lima, mientras que en el norte y sur la desaprobación llega al 57% y 77%, respectivamente.
García ha logrado un desarrollo económico en términos macro, pero en lo social las cosas no caminan bien, dice Augusto Álvarez, director de Diario 21. La aprobación del presidente se da mayormente en Lima, porque hay más desarrollo, pero tiene menos apoyo en la zona andina, dijo el periodista, crítico de la gestión de García, a AméricaEconomía.com.
Este descontento puede ser un capital político fácilmente aprovechado por líderes como Ollanta Humala, sobre todo si no se solucionan temas vitales para la población de menores ingresos. A pesar de que las cifras de reducción de la pobreza han bajado, queda bastante por hacer en temas como educación, salud, justicia social y seguridad, dijo Álvarez, de Diario 21. Esa es la tarea pendiente para el actual gobierno, asegura el analista.
Como nunca antes Perú tiene la posibilidad de despegar definitivamente y comenzar a pavimentar el camino hacia el desarrollo. Una oportunidad que los países de la región ven con optimismo, ya que vivir en un barrio mejor, conviene a todos.
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(Foto: montaje Gustavo Polletto).