se realizan a través de verdaderos retrocesos. El desarrollo de las posibilidades que el mundo moderno le ofrece a los hombres les haría más fácil el desempeño de sus actividades cotidianas. La tecnología ha permitido en todos los tiempos hacer efectivos y más eficientes procesos que antes de su desarrollo se concretaban de manera rudimentaria e irregular. La Revolución Industrial cambió el mundo; y con ello, además de los procesos de producción, cambió también el ser humano. Cada vez que alguna máquina permite realizar una tarea de manera más fácil a la forma en que se hacía a través del trabajo manual de los hombres, se dice que se ha producido un avance en la humanidad. Partiendo de esta premisa podríamos concluir que cuando se inventó el arma de fuego se produjo un avance de la humanidad, pues, a partir de ese momento se podría ser más eficiente a la hora de matar seres humanos.
El mundo cada día nos presenta nuevos avances que implican el desarrollo tecnológico de procesos que apuntan al mejoramiento de la vida de los hombres; claro, también nos ofrece productos de dudosa reputación, o mejor dicho, inaceptables por cualquier individuo bien nacido. Y están aquéllos en los cuales, en primera instancia, no se observa peligro alguno para el desarrollo de la humanidad, pues, no presentan ninguna agresión directa derivada de su uso. En estos casos, solamente la aplicación de sus potencialidades nos permitirá observar sus verdaderas cualidades. Tal es el caso del desarrollo de la industria de la informática. Nos ha tocado vivir en un tiempo en el que cada día son más las cosas que resuelve esta tecnología. Los procesos de información se han acelerado y todo parece más fácil. Los costos empresariales han disminuido y ello debería haberse trasladado al precio final de los productos elegidos por los consumidores. Sin embargo, las opiniones están divididas: algunos aseguran que los nuevos procesos productivos han favorecido a los consumidores, otros, aseguran que la mayor calidad de los productos debe trasladarse al precio de venta.
Lo único seguro que hay en este momento es que aquella idea de que todo persona que fuera descartada de su actividad, sustituida por los nuevos procesos tecnológicos, encontraría rápidamente una posibilidad de inserción en nuevos sectores de la economía es cada día más cuestionada. Los ejemplos son innumerables. Donde antes se necesitaban 6 personas para el armado de un automóvil, ahora alcanza con dos que sepan manejar las máquinas. Donde antes se necesitaban 20 personas para una cosecha, ahora alcanza con una que sepa manejar la máquina. Y así podríamos seguir. Se trata de una cuestión que está muy lejos de ser resuelta por los hombres, pero habría que comenzar a pensar en la forma de resolver la contradicción de este mundo moderno que nos propone nuevas tecnologías a costos que tal vez no se han previsto. Los hombres y las máquinas deberíamos encontrar el justo equilibrio para vivir y compartir un mismo mundo, en vez de que muchas veces la decisión sea únicamente por una de las partes (generalmente, descartando al hombre). Habría que empezar antes de que las propias máquinas decidan por nosotros mismos si podemos hacerlo o no... (no sea cosa que usted, estimado lector, mañana no nos encuentre en estas páginas electrónicas porque alguna máquina decidió no admitirnos).