El próximo año cumpliremos tres décadas de esta costumbre, iniciada en los setentas.
La generación de los cincuentones, veinteañeros de aquel entonces, rendimos culto a la música de aquella época y a través de sus pentagramas, salimos a "romper la noche", ante la mirada compasiva de nuestros hijos que, no saben, o aún no admitieron, que dentro de unos pocos años, comenzará, su "propia nostalgia".
Nunca pudimos diferenciar con propiedad a los Beatles de los Sheikers; ni a Soda Stéreo de Sui Géneris. No se rían, así de duro es nuestro oído y así de pobre, nuestra cultura musical. Por eso, por respeto a los que saben, no hablaremos nada de temas, ni conjuntos, ni solistas.
Pero, la nostalgia nos asalta por el lado del recuerdo de aquella época y es lo que hoy, queremos rememorar, si están de acuerdo, rebobinar, entrar en el túnel del tiempo y aterrizar, así, de improviso, en el Montevideo de comienzos de esos inolvidables setentas.
Nos vemos dentro de pantalones oxford con botamangas y sin bolsillos, mocasines, remera del cocodrilo y el cabello largo, por los hombros, una mañana de sábado en el Mercado del Puerto, planeando la salida de esa noche con amigos, con medio y medio en Roldós o con la jarrita de rosado en la planchita del lado de Piedras, con un chorizo de rueda y medio morrón.
Te llamo o me llamás, nada de celulares ni msn´s y marcábamos el encuentro para "empezar",por ejemplo, en Papito, en 18 y Río Negro. ¿La hora?, a las nueve o nueve y media, cosa de tomar algo allí, charlar un poco y llegar a la "boite" de Pocitos o Carrasco, diez y media, once.
Allí llegábamos, la mayoría en ómnibus o en taxi, a encontrarnos con "el que tenía auto", generalmente grande, enorme y que se encargaba de llevar, dos y hasta tres parejas más de la que conformaba con su "filito" del momento.
Nada de championes ni jeans; traje con chaleco y corbata, a lo sumo, un ambo, pero corbata, obligatoria y los zapatos lustrados. Ellas, pollera larga o hot pants con botas altas, el pelo largo lacio y vinchas anchas...
Ya se estilaba la consumición mínima pero, no era de estilo escatimar el alcohol. Se tomaba lo que exigiera la sed.
Rubios americanos y encendedores Ronson a gas.
Esas noches transcurrían por ejemplo en la familiar Sukata o en la paqueta Zum Zum; en la super onda del Mar de
Y esas noches, las velas ardían, para la mayoría, hasta las 2, hasta las 3...
Es que había que cumplir otras etapas, después desayunar de a dos, antes de volver a casa y tranquilizar a la vieja, posibilitando que cierre el otro ojo, el que por nosotros, aguantaba la vela.
Hace unos años intentamos sacar una cuenta aproximada, de lo que costaba una jornada como la relatada; desistimos.
Afortunadamente, la generación que integramos, siente nostalgias alegres...¿lo habían pensado?
Recordar esa época, trae bienestar al alma.¿Qué están tocando?...