Personalmente fumé durante 44 años y hace 4 que no lo hago; hace 48 meses entonces que dejé de hacer arcadas todas las mañanas y de vomitar algunas de ellas.
Cuando me preguntaban porqué no dejaba, respondía "porque me encanta fumar, porque lo disfruto" y realmente era así.
Ahora, como ex fumador, trato de no caer en los ridículos que me molestaban, ni de hostigar a quienes lo hacen

La ley antitabaco impulsada por Tabaré Vázquez en Uruguay, fue quizás, uno de los cambios más notorios de la nueva cultura uruguaya; no se fuma en ningún espacio cerrado de verdad.
Y eso es en gran parte, una muestra de la amplia cultura nacional pero, se me ocurre que aún más que eso, una tácita aceptación de una imposición "que viene a coartarme una práctica que me daña pero que no puedo dominar".
La leyenda que a partir de ahora pasa a ser Sandro, tiene un gran componente que incluye la suerte de Roberto Sánchez, el ser humano que finalmente pagó sus excesos del modo más caro que se pueden pagar, con su propia vida.
Soy de los que no se ruboriza en reconocer que iba al cine a ver sus películas, como las del Club del Clan o las de Rafael, Marisol y tantos otros; soy de los que alguna vez quiso imitarlo y también, de los que me sabía todas las letras de sus canciones.
Cuando se muere alguien como Sandro, se muere algo que es en parte nuestro, ocurre un hecho que no es para nada ajeno a nuestra propia vida.
Pero no será una muerte en vano; Sandro nos deja su leyenda, sus canciones, el recuerdo de su picardía, el estereotipo del ser que alguna vez, todos soñamos encarnar, pero con la misma intensidad, nos deja un mensaje: fumar es un placer pero inexorablemente, es letal.
www.portaldeluruguay.com