Pero si uno hace un pequeño esfuerzo, como el que hay que hacer siempre, para entender las situaciones -por fuera de la manija del aparato enquistado desde siempre-, se enterará que una vez más, nuestro presidente fue coherente, firme y soberano.

Cuando salió de Montevideo mandó el mensaje a través de los medios: "con puentes cortados no hay negociación".

Cuando, antes de partir hacia la Cumbre Iberoamericana, en Montevideo estaba todo pronto para anunciar en conferencia de prensa la autorización para Botnia, hubo una solicitud de la Corona española, de una postergación del anuncio, para llegar a Chile con todas las posibilidades de negociar y llegar a un acuerdo.

En una decisión que le fue muy difícil y por la cual fue muy criticado, Tabaré accedió a la prórroga.

Ya en Chile, obviamente, saludó cordialmente a Kirchner y a Cristina ¿por qué no habría de hacerlo?. Se abraza con ambos y al rato, por TV, ve a Kirchner dialogando con los activistas entrerrianos, diciendo que estaba con ellos "como desde 2005", cuando dijo que la causa de Gualeguaychú era de carácter nacional.

Todavía, tuvo la actitud de los hombres pensantes: se fue a caminar un poco para ordenar las ideas. Cuando regresó al hotel, impartió la orden al Secretario de Presidencia para que fuese comunicada al Ministro Arana.

Luego aparece lo de siempre, la verborragia patotera y barrabrava hablando de puñaladas y de abrazos falsos, como las que nos tiene acostumbrados el gobierno K.

Cuando como en este caso, un periodista debe analizar hechos como éste, le es más fácil hacerlo desde su propia posición y hasta inconscientemente, lo primero que recibe desde su cerebro, es la percepción positiva o negativa, esa que viene luego que en su yo interior, se pregunta ¿que hubiese hecho en lugar de...?

Aquí en Uruguay, estamos acostumbrados a que nuestro gobernantes se manejen por el estrecho espacio que les aconseja la conveniencia que exige la dependencia. Siempre con el temor de que si se toma tal determinación "se enojará mengano, o zutano no me compra más, o perengano no me da el crédito".

Así nos hemos ido adormeciendo, acostumbrando a ser súbditos de alguna corona o imperio y jamás, acordarnos de la soberania.

¿Qué somos demasiado chicos y dependientes como para ser soberanos?

Puede ser. Pero antes que nada, queremos ser dignos. Con su actitud, a nosotros, Tabaré Vázquez nos hizo sentir así y se lo agradecemos.

Comencemos a reconocernos y definirnos; reafirmemos nuestras convicciones. En este diluvio globalizador, nuestra arca es la del valor agregado. Nos vemos.