
por Sergio Antonio Herrera
"Ese que sé yo" que inmortalizó Amelita Baltar por mandato expreso del
exhuberante talento de Horacio Ferrer, hace olvidar, al menos obviar,
los grandes, enormes, a veces increíbles defectos o carencias de Buenos
Aires.
La gran urbe, la que sin ruborizarse resiste comparaciones con la Ciudad Luz, la Gran Manzana, la Ciudad Eterna o la que se nos ocurra, pasa del glamour al caos sin peaje, sin pausa y evidentemente, sin previo aviso.
Cuando se derrite el asfalto con los casi 40º de este increíble noviembre, que falte la energía eléctríca es lisa y llanamente inhumano.
Entonces luego de una agitada jornada de reuniones, negociaciones e inevitables desplazamientos caminando por el microcentro, cualquier mortal, cuando finalmente llega al hotel quiere, despojarse de la vestimenta adherida al cuerpo, una ducha reparadora y solazarse con una temperatura agradable hasta recuperar el aliento.
Pues bien, ayer, cuando llegamos al hotel no había luz, subimos tres pisos por escalera y debimos abrir la ventana...finalmente para que entrara más calor y ruido.
Llega el calor y Buenos Aires colapsa,la energía es insuficiente y cuando llueve un poco más de lo normal, se inunda invariablemente.
Esto pasa siempre en la capital de uno de los países integrantes del G20..., contrasentidos del mundo globalizado que le dicen. Nos vemos.