No creo (las creencias se pueden cambiar): siento, es carne de mi corazón, que la Libertad es el bien supremo, después de la Vida, y que sin la primera la segunda es una parodia.
De todas las libertades formales, la de Expresión es de vital importancia para el desarrollo de una convivencia armónica. Ayer, nada menos que nuestra querida y hermosa Plaza Independencia, la de las 33 palmeras (que algo quieren decir ¿no?), frente al monumento al Protector de los Pueblos Libres (e involuntario pilar de nuestra nacionalidad), a la antigua Sede de la Presidencia (bastión tradicional de nuestro Sistema democrático), al Palacio de Salvo y al venerado Teatro Solís, símbolos máximos ambos, cada uno en su esfera, de nuestra Cultura y forma de ser, el mundo entero vio por TV cómo los intolerantes de acá impedían (a patadas, piñazos, pedradas, escupidas, insultos y cantos de barra brava) la libre manifestación de los intolerantes de allá.
Me importa un bledo qué querían decir, ni si tienen o no razón (y creo que no); pero Voltaire no puede haber existido en vano.
¿Qué diferenciaba ayer a agresores de agredidos? ¿La consigna? No: era la misma: yo tengo la razón, me paso la Ley por allá, y hago lo que quiero; con violencia si es necesario. El fin justifica. La única diferencia es que unos tenían Cédula y los otros DNI. Nada más. Leña del mismo árbol, agua del mismo río.
No sé si tienen (por momentos, escuchando la radio, temo que sí), pero no le reconozco a quienes así actuaron representatividad alguna del pueblo oriental, al menos el del Uruguay en que nací y llegué a hombre; que entonces me arrebataron los violentos, que luego nos devolvimos los sensatos, y en el que me gustaría seguir viviendo hasta mi fin, malgré los brutos y la desocupación.
Nunca tienen razón los golpeadores, ni defienden los de ayer en la Plaza la causa de la libre determinación y el derecho de los uruguayos a construir en paz y ser adultos cuidando su Ambiente. La patota sólo sirve al interés de la peor tradición intolerante.
Un palo inevitable. Era obligada la intervención de la Policía, ya que -en su condición de turistas- los piqueteros estaban impedidos de realizar actividades de carácter político y manifestaciones en espacios públicos. Si se entendió mejor permitírselos, se debió organizar un esquema preventivo que garantizara el derecho de los manifestantes a expresarse. Error por donde se mire. Y no es palos porque bogas y porque no bogas palos: es que -si simplemente hubieran actuado así- las únicas tristes imágenes que hubieran recorrido el mundo hubieran sido (otra vez) las de los fanáticos de Gualeguaychú, ejerciendo libremente el Derecho de Expresión en la tolerante tierra de sus víctimas; beneficiados con la olímpica y bien educada ignorancia de sus anfitriones. Tengo la impresión que hubiera sido mejor.
Me preocupa mucho desde el punto de vista profesional lo que sucedió, por el cambio radical de imagen del ciudadano uruguayo que allí se expuso a los Medios, y a través de ellos a buena parte del orbe. Yo sé que ninguno de los dos grupos representan a su pueblo y que la noticia electrónica es efímera por definición; pero no podemos olvidar que -en este mundo mediático y alienado- para la mayoría lo único que existe es lo que pasa en la TV.
En Argentina ha tenido mala prensa hasta Artigas, que terminó siendo Prócer, pero no quiero imaginar lo que harán algunos medios trasplatinos, tan sensibles a los incentivos del nacionalismo (y no sólo), el tinglado que montarán ante su público, que no es otro que nuestro primer mercado emisor.
Pero eso es lo de menos: me angustia mucho más saber que una porción no menor de mis conciudadanos se regocijó, justifica y hasta aplaude lo de ayer. Diría Don Alfredo ¡Qué pena!
Lo que no pudieron los Sarmiento, los Mitre, las Juntas bonaerenses y cuanto negador de la orientalidad y anexionista anduvo por allí, lo pudo Tinelli, Embajador plenipotenciario de una cultura que se nos metió por la ventana de la caja boba. Sé que no es el único cupable, ni sé si no es el chancho del dicho, y quienes le compran los programas los que le rascan el lomo.
Y constato: Uruguay no ha vivido en vano la década del 60' y su siembra de intolerancia, la del 70' y su brutalidad, la del 80' y su ilusión super sport (margarita rápidamente deshojada), los 90' del individualismo feroz, y seis años de un Siglo XXI que -cuando lo imaginaba hace 40 años- era tan diferente...
Tenía pronta una columna donde sigo con el análisis y las reflexiones sobre la entrevista al Ministro Lescano, pero no pierde vigencia por un día y sentí la necesidad de decir esto hoy mismo. Mañana va.
Gracias. Y perdón por la digresión.